12/16/2008

Una experiencia de VOLUNTARIADO



VOLUNTARIADO PRIMAVERAL (Primavera 2007)

Bajo un cálido sol de setiembre, esperé el colectivo 148 que me llevaría al Hospital Pedro Elizalde. Festejaríamos junto a mis compañeras de tarea el "Día de la Primavera".
Son fantásticos los prearativos para ingresar a las habitaciones, parecemos abejas inquietas en la puerta de un panal, nos maquillamos unas a otras, preparamos los materiales y una vez organizadas comenzamos la tarea.
En la primera habitación estaba Brian, de 11 años. Boca abajo. Me acerqué y su piel ardía en fiebre. Salía sangre de su nariz, acariciaba un "Hombre Araña", y su madre casi al oído me dijo: "no vé". Me dí cuenta que solo podía trabajar con el tacto y los oídos. Iba llena de colores que Brian no apreciaría, llevaba barita mágica con luces que Brian no disfrutaría... Cómo no paralizarse ante esta situación? Lo acaricié, me devolvió la caricia y le pregunté: hacemos una espada de globo? Te vá a ayudar a "ser fuerte"asintió. Juntos empezamos a frotar el globo, le hacía ruido con el globo que disfrutaba. Terminada la espada, la ubicó al lado del "Hombre Araña" que no paraba de acariciar. Me despedí con un "HASTA CHAU" porque ingresó la enfermera y en realidad porque ya comenzaba a flaquear.
En el pasillo encontré a Azul, una rubia de 4 años , a la que entretuve con el armado de un perro salchicha mientras su madre hacía los trámites de ingreso. Fue casi mágico como los doctores y enfermeras colaboraron e hicieron un alto en sus tareas para participar en los trucos de magia.
En otra habitación estaba Juan, un hermoso moreno de 11 años de ojos colo azabache. Lucía una corona que había armado junto a sus papas con varillas de papel con los colores amarillo y azul (su equipo favorito de futbol)
La jornada finalizaba.
Poco a poco vamos teniendo el acompañamiento y complicidad de médicos y enfermeras.
Poco a poco, nos sentimos más contenidas y comprendidas en la tarea.
Poco a poco llega la satisfacción del deber cumplido, la retroalimentación, la paz interior.
Poco a poco, las abejitas laboriosas vuelven al panal después de polular por las flores y quedarse con el néctar, lo más dulce de un niño... su ternura.